Hace tres meses, en un momento clave y lleno de incertidumbre, mi yo del pasado me escribió una carta:
Estimado Javi del futuro:
Soy el Javi de hace tres meses. Estoy a punto de vivir uno de los momentos más emocionantes de toda mi vida, sin tener ni idea de cuál va a ser el resultado (tú sí lo sabes ya), y necesito decirte algo.
No sé cómo te habrá ido todo: tal vez te ha salido bien y estás súper feliz o quizá no salieron las cosas como esperabas y ahora estás deprimido. Ojalá el resultado haya sido el que esperabas; el que yo espero; pero quiero recordarte algo muy importante: cuando uno se lanza de cabeza a por lo que más desea en el mundo, ya ha ganado; porque la felicidad no está en un lugar; la felicidad está esparcida a lo largo del camino hacia ese lugar. Lo sabes porque yo lo sé, pero te lo recuerdo porque a veces somos tan estúpidos que lo olvidamos; y de nada sirve saber algo, si no sabes que lo sabes.
Si te ha ido mal, lo siento mucho, tío. No puedo ni imaginar cómo te sentirás ahora. Pusiste todo tu corazón, tu mente y tus testículos en ello y no obtuviste lo que tanto anhelabas; lo que tanto anhelo; pero levántate y estate orgulloso de haberlo intentado. Créeme: aunque ahora no lo veas, es mejor el fracaso que la duda; porque el fracaso se supera, pero el «qué habría pasado si…» te persigue toda tu existencia.
Y si te ha ido bien, enhorabuena, cabronazo. Debes de ser el hombre más feliz de todo el puto planeta. Ahora cuida lo que has conseguido, riega la planta a diario para que no muera jamás y, sobre todo, sé feliz, porque sabes que esa es la mejor manera de hacer felices a quienes te rodean y te importan.
Sea cual sea el resultado, sigue caminando; no te detengas; la vida es movimiento; el que se detiene, muere.
Te envío un autochoque de manos.
Y esta es mi respuesta:
Estimado Javi del pasado:
Soy el Javi de dentro de tres meses. No solo tenías razón, sino que todo ha salido incluso mejor de lo que esperabas. Dentro de unos días, subirás emocionado a un avión y viajarás a otro continente: nunca habías hecho un viaje tan largo sin compañía. Y mientras cruzas el Océano Atlántico, por más que lo intentes no vas a poder evitar que montones de escenarios, buenos y malos, se dibujen en tu mente. Pero lo que va a ocurrir, va a superar la mejor de las posibilidades que logres imaginar. De nuevo, la realidad supera a la ficción.
Durante tu estancia en Perú, escribirás algunos de los mejores capítulos de tu vida y de la que va a ser tu primera novela. Y no solo eso, sino que te darás cuenta de que esa sensación que tienes, esa idea en la que concuerdan tu cerebro, tu corazón y tus testículos, es cierta: ¡has encontrado al amor de tu vida!
Un choque de miradas, una sonrisa, la sensación de conoceros de antes, una historia tan emocionante y tan loca y tan increíble que parece ideada por tu mente de escritor y el recuerdo de ella alejándose, sintiendo una pena inmensa al saber que nunca más la verás: esa historia la conoces porque ya la has vivido.
¡Pero la vas a volver a ver!
Gracias a ese colgante con forma de guitarra que te regaló, con su nombre grabado en la parte de atrás, la localizaste y, desde que viajes y os reencontréis, nunca más querréis volver a separaros.
Aunque lo tendréis que hacer.
La despedida en el aeropuerto va a ser muy dura. Os sentaréis en el suelo, con la espalda apoyada sobre una columna, justo al lado del control de seguridad que ella no puede cruzar sin billete, y os pasaréis mucho tiempo ahí, abrazándoos, besándoos, mirándoos a los ojos, seréis muy moñas: algo que a ninguno de los dos os pega pero que, cuando estáis juntos, sucede de forma inevitable. Y al final te tendrás que levantar y cruzar el control de seguridad. Te girarás en varias ocasiones, esperando ver con pena cómo camina hacia la salida, pero todas las veces te encontrarás con sus grandes y felinos ojos negros: esos que te sedujeron cuando la conociste. Aunque no os vais a querer separar por nada del mundo, lo haréis.
Pero tranquilo, Javi del pasado: solo será por un par de meses.
Tras la interminable y emotiva despedida, le dirás: «te prometo que voy a volver a buscarte». Porque os daréis cuenta de que habéis encontrado algo demasiado bueno como para dejarlo escapar por un estúpido miedo. Os daréis cuenta de que lo único que os separa es un simple océano: eso es todo. Los dos vais a estar dispuestos a todo por continuar con vuestra asombrosa historia. No importa dónde, mientras estéis juntos.
Ahora me toca a mí tomar el relevo, Javi del pasado. Otro nuevo viaje en el horizonte. De nuevo las mismas dudas… las mismas dudas de quienes me rodean; tú no las tuviste en su momento y yo tampoco las tengo ahora; son ellos quienes las tienen. En cada ocasión en la que he hecho algo diferente, los demás han tratado de desanimarme; algunos con buena intención, otros con no tan buenas intenciones. Muchas personas de mi entorno piensan que he perdido la cabeza: ¡me voy a ir a vivir a Perú! Cuando cuento esto a alguien, su mente vuela en pedazos. ¡Estás loco! Pero no conocen Perú, no conocen la historia, no la conocen a ella, no me conocen a mí… demasiados prejuicios y ningún argumento lógico. Donde otros solo ven problemas, nosotros buscamos, y encontramos, soluciones.
Hemos acordado que lo mejor para desarrollar nuestros planes individuales y conjuntos es comenzar así: estaremos una temporada allí y, a continuación vendremos juntos a España otra temporada. Y después… bueno, después decidiremos a dónde ir: eso es lo de menos.
Porque si algo aprendí escribiendo, es que lo más importante son los personajes, no el escenario.
Gracias por todo, Javi del pasado.
Te envío un autochoque de manos.
Puedes leer esta historia y mucho más en mi novela basada en hechos reales