Estoy en el aeropuerto de Madrid, conectado a su red WIFI. No tengo mucho tiempo, unos diez minutos creo, así que escribiré un post muy caótico.
Y eso mola.
La verdad es que no tengo ni idea de qué es lo que voy a escribir y además hoy he dormido tres horas nada más. Es solo que llevo aquí varias horas y me apeteció abrir el blog y comenzar a teclear cualquier estupidez, para no quedarme dormido.
En unos minutos voy a subirme a un pájaro de hierro que, durante unas doce horas, va a cruzar el océano y dejarme en la otra punta del mundo.
¿Destino? Perú: mi nueva casa por un periodo de tiempo no predeterminado.
Se me hace un poco raro esto. Me pasé tanto tiempo leyendo algunas novelas basadas en hechos reales e imaginando que estaba ahí mientras todo sucedía, que ahora me resulta extraño saber que esta novela, no solo la estoy escribiendo yo, sino que además la estoy viviendo en tiempo real.
Ayer estuve con algunos amigos, tomando unas cervezas y hablando de mis planes, de lo loco que estoy, de la amistad, de que el tiempo y la distancia no son variables que tengan que ver con la amistad. Y hoy uno de mis mejores amigos aprovechó que mi autobús Bilbao-Madrid hacía una parada en Burgos, ciudad en la que reside, para venir a darme un abrazo y desearme suerte con esta nueva aventura que se presenta ante mí. Son momentos así los que hacen que te sientas de puta madre.
La megafonía está anunciando que en breves momentos va a comenzar el embarque, así que tengo que dejarlo aquí.
Al final no sé de qué va este artículo, pero ¿eso qué más da?
¡Ahhh! ¡Estoy nervioso y con ganas de saltar y gritar!
Gracias a todos.
Nos vemos en el otro lado.