Érase una vez un tipo normal, con una existencia normal, que soñaba con ser escritor, pero se sentía absolutamente incapaz de escribir una maldita línea por culpa del exceso de cordura y normalidad que lo asolaban. Tan normal era todo, que un día se le cruzó un cable y empezó a hacer locuras y a desvariar, viviendo algunos momentos épicamente ridículos y otros ridículamente épicos.
Ese tipo tan genialmente estúpido y tan estúpidamente genial soy yo.
Estuve a punto de autodestruirme, pero entonces escribí el primer capítulo de la que será mi primera novela y comencé la reconstrucción.
La literatura me salvó la vida.
Esa novela trata sobre un tipo corriente con una vida corriente, al que no le bastaba con ser corriente y tener una vida corriente; un tipo que no se conformaba con sobrevivir, sino que quería vivir. Vamos, que comencé a escribir sobre mí mismo. Escritor y personaje se fundieron en un solo ser, narrando nuevas aventuras a cada paso, aprendiendo, ¡escribiendo!, ¡VIVIENDO! Dejé de compadecerme de mí mismo y de quejarme de lo absurdamente corriente que es la vida cotidiana y me propuse demostrarme a mí mismo, y de paso a quienes lean mi novela, que la vida puede ser muy épica; que los héroes de carne y hueso existen; que ni tú ni yo tenemos derecho a quejarnos sin siquiera haberlo intentado.
De este modo conseguí cumplir uno de mis mayores sueños de la infancia: ser el protagonista de una novela. Y, para colmo, ser también su autor. Imagina poder escribir la novela que siempre quisiste leer y ser el protagonista de la historia real que siempre quisiste vivir. ¡Imagina!
Así pasaron los años.
No tenia prisa por terminar la novela. En realidad no estaba todavía escribiendo ese libro, sino que estaba escribiendo miles y miles de páginas de notas y borradores. Mi prioridad era vivir y que mi primera (pero no última) novela sea el residuo que quede de una gran vida. Para cuando sentí que de verdad había encontrado mi propia voz como escritor y que había dejado de sonar como una mala (o buena) copia de otros escritores, ya había vivido lo suficiente como para escribir diez novelas increíbles (pero ciertas).
Entonces llegó una enorme crisis económica mundial.
Trabajos de mierda, gente alienada, tristeza en las calles… una poderosa inercia de cotidianidad se cernía sobre mí. La vida parecía empeñada en demostrarme que no se puede escapar de la inercia, que mi novela y yo éramos un fraude, pero yo soy muy cabezota y una vez que pruebas la vida, quiero decir la vida de verdad, quieres más.
Luché.
Luché.
Luché.
Y por el camino hacia la libertad, encontré un millón de maneras de vivir cosas épicas y matar al hastío. Me di cuenta de que la felicidad no es un lugar, sino un camino. Me caí muchas veces; tantas como me levanté. En ocasiones sentía que ya no podía dar ni un solo paso más, imposible, pero siempre acababa dando otro. Trabajé como un esclavo, ahorré un poco, me fui a vivir a París, seguí trabajando casi como si no hubiera otra cosa en la vida que trabajar y trabajar, ahorré otro poco, y entonces… me atreví: dejé mi trabajo, volví a España y comencé a escribir, ahora sí, ya por fin, mi gran novela.
Hace cuatro años ya de aquello… Y aún no hay novela.
¿Qué cojones ha pasado entonces?
Han pasado muchas cosas. Muchas distracciones: algunas buenas, algunas malas, algunas maravillosas y no me arrepiento de ninguna. La novela está casi terminada, de verdad, no te miento, pero lo está desde hace casi un año. A principios de verano del año pasado, dejé de escribir temporalmente. Y recalco lo de temporalmente, porque jamás lo dejaría del todo. El problema es que comenzó siendo una pausa de dos meses, que después alargué otro mes más, que después alargué hasta fin de año, que después alargué otro mes, y otro, y otro, y de repente estamos en abril y ha pasado casi un año.
Sufrí el síndrome del objeto brillante.
Si hago «esto», podré vender mejor la novela cuando la publique.
Si hago «esto otro», podré ganar bastante dinero y así, una vez resuelto el tema económico, dedicarme a escribir sin prisas, sin plazos, sin agobios.
En lugar de «capturar» una idea y desarrollarla, veía otra cosa que brillaba y dejaba la primera para perseguir a la segunda. Y las ideas brillantes seguían llegando, una tras otra. No me daba tiempo a desarrollar ninguna; todo era bueno; todo se podía hacer. Y era cierto, pero no tengo ni el tiempo ni el dinero (que son casi lo mismo) para llevarlas todas a cabo; al menos no en un plazo corto. Normalmente, cuando intentas estar en muchos sitios a la vez, no estás en ninguno.
Muchos de vosotros seguramente os estabais preguntando qué ha pasado conmigo. ¿Me rendí? ¿Abandoné mi sueño? ?Me abdujeron los extraterrestres y me pusieron una sonda anal? ¿Es por eso que, avergonzado, prácticamente he desaparecido del mapa? Muchos de mis más fieles seguidores (en las redes sociales) han desaparecido también. Yo diría que la mayoría. Es lógico: seguían a un escritor. Y ahora mismo no lo soy.
Mientras la mayoría de la gente, con el tema este del coronavirus y el confinamiento forzoso en casa, se tocan los huevos a dos manos y consumen rollos y rollos de papel higiénico como si no hubiera un mañana (que, por cierto, no sé qué coño hacéis con el puto papel para que se agote en todos sitios, si os lo fumáis o qué) yo estoy trabajando unas quince horas al día, sin exagerar. Algunos días, más. Así llevo desde hace más de año y medio y aún me queda un tiempo. Y no me quejo: lo he elegido yo. Elegí invertir mi tiempo ahora para después tener más. Pero me estaba volviendo loco, haciendo malabares mientras saltaba a la pata coja y daba palmadas con las orejas. No puedo hacer todo a la vez y hacerlo todo ya. El tiempo… siempre escaso, siempre insuficiente.
Así que hoy me detuve un momento, respiré hondo, me rasqué una oreja y reflexioné sobre mi situación. A veces uno está tan ocupado que no tiene tiempo de darse cuenta de lo evidente; a veces uno olvida que detenerse un momento no es perder tiempo, sino justo lo contrario. De no haber parado, habría seguido alargando otra semana y después otro mes y a saber cuándo habría dejado de perseguir una estrella fugaz tras otra.
Por lo tanto, he decido cortar esto. Mi plan es terminar una cosa en lo que queda del mes de abril, acabar otra durante la primera semana de mayo y terminar otra más durante los siguientes treinta días. Y el lunes ocho de junio, retomar la novela.
Supongo que estarás pensando que lo estoy haciendo otra vez, que de nuevo estoy alargando la pausa y que, cuando llegue el ocho de junio (casi dos meses desde ahora), encontraré otro motivo para seguir posponiendo terminar mi novela. Quizá incluso pienses que no quiero terminarla o que ya no quiero seguir escribiendo.
No te preocupes.
No te preocupes porque, si te lo estoy contando, si se lo estoy contando a todo aquel necio que ose leerme, dando fechas concretas, es porque no quiero volver a alargarlo.
No te preocupes porque este plan no sale de la nada, sino que lo he meditado mucho (poniendo cara de que me molesta el sol mientras miro al horizonte por la ventana) y considero que esta es la manera más equilibrada y lógica de hacer las cosas sin tirar por tierra todo lo que he hecho durante todos estos meses sin escribir y, sobre todo, sin tirar por tierra mi sueño de ser escritor.
No te preocupes porque me muero de ganas de volver a escribir y terminar la novela. Quiero enviar un ejemplar firmado y dedicado hasta tu casa y que leas mi novela mientras tomas el sol en una playa en las Maldivas o mientras haces de vientre en el baño de una notaría. Quiero escribir más novelas. Quiero un «Algo Épico 2» (por supuesto con otro nombre). Quiero escribir también novelas de ficción. Tengo una pensada para después de Algo Épico que vas a flipar. Acaba en el cine, fijo. Quiero mi serie en Netflix. Quiero estar en Hollywood, ayudando a los productores a elegir qué actor hará de mí en la película. Lo quiero todo y me da igual no conseguirlo. Yo disparo a la Luna, y si después me quedo a la mitad, ¡joder!, ya habrá sido un viaje de cojones.
Así que lo recalco: vas a tener novela.
¿Cuándo?
Puedo decirte cuándo la retomaré (8 de junio), puedo decirte que llevo más o menos unas tres cuartas partes escritas, quizá un poco más, puedo decirte que estoy seguro al 99% de que será a finales de este año (1% a principios del siguiente), pero no puedo darte una fecha concreta porque mi máquina del tiempo está averiada.
Lo importante es que sepas que estoy aquí y que en realidad nunca me fui; tan solo di un pasito atrás para coger impulso. A pesar de llevar tanto tiempo trabajando cien horas a la semana (en serio: no exagero), estoy muy animado. ¡Ya queda muy poco! Las páginas finales de esta novela, lo que me resta por escribir, te van a producir un multiorgasmo.
¡Va a ser algo épico!
Postdata: si te has leído todo este supermegarecontraholamamáhiperextralarguísimo artículo y has llegado hasta aquí, eres mi puto héroe.
Muy bonito javi esperó leer tu novela.
¡Gracias! Estoy deseando que podáis leerla 🙂