A mi manera

Por si te lo estás preguntando, sigo vivo. He tratado de escribir por aquí un montón de veces, pero me cuesta y siempre lo acabo dejando «para otro día». Porque este es el blog de un escritor, y yo ya no merezco ese calificativo. Un escritor de los de verdad es casi como un personaje mitológico: es especial, mágico, épico; alberga en su corazón y en sus tripas el secreto de la vida. Un auténtico escritor escribe simplemente porque necesita hacerlo del mismo modo que tú y yo necesitamos respirar. Yo no soy especial, ni mágico, ni épico; no merezco ser llamado escritor. Yo no soy más que un farsante de mierda.

Algo épico, haz algo

Hace escasos minutos, Janet, mi mujer, se duchó y maquilló y se acercó a darme un beso de despedida, antes de irse a trabajar. En la tele que tenía frente a mí sonaba la canción A mí manera a todo volumen y Janet me preguntó que si estaba llorando. Por supuesto, le respondí que no.

¡Claro que no estaba llorando!

Si se me habían encharcado los ojos era por el sueño.

Y ¿sabes qué? En el fondo, no soy más que un machito incapaz de mostrarse vulnerable ante los demás, en un intento de mantener su estúpida masculinidad a salvo, como si llorar te hiciera menos hombre. Pero sí, mi amor, sí que estaba llorando. Sin embargo, tienes que entenderme: si ya no se te humedecen los ojos cuando escuchas ESA canción o cuando hablas de aquello que te acelera el pulso, sea lo que sea, es que no estás vivo.


Hace un par de semanas me encontré con unos viejos amigos con los que he compartido algunas de las historias que narro de forma frenética en mi inacabada novela, y otras muchísimas más. Y las horas se pasaron volando mientras echábamos unas risas en la terraza de un bar, bajo el cálido arrullo de la brisa veraniega. Fuimos ruidosamente felices entre historias, anécdotas, vaciles y varios litros de cerveza y ron con cola. Porque, al fin y al cabo, el verano es precisamente eso: risas compartidas.

Y entonces, no recuerdo de qué estábamos hablando en aquel momento, uno de ellos interrumpió la conversación y se dirigió a mí:

—Vamos a lo importante: ¿la novela para cuándo?

Aquella inocente pregunta se me clavó en el pecho como un puñal.


Ya era bastante tarde y tenía que madrugar al día siguiente, pero decidí leer un capítulo al azar del borrador de mi novela. Hacía ya más de dos años que no abría aquel archivo y, ¡joder!, tengo que reconocer que era jodidamente bueno.

Y de pronto me agobié muchísimo al caer en la cuenta de que ya no soy capaz de escribir a ese nivel, y hacerlo a cualquier otro nivel, no sirve. Si no eres genial, no eres escritor.

Como ya sabéis los que me seguís, si es que aún queda alguien, hace mucho que puse en pausa mi fallida carrera literaria para ocuparme, junto con mi mujer, de la economía de nuestra pequeña gran familia. Así, me disfracé de Sísifo y busqué un trabajo serio, de esos que pagan a fin de mes. Y, además, paralelamente me puse a trabajar en un negocio online como una posible vía de escape futura.

Javier Busquets empujando la roca de Sísifo

Sé que estoy haciendo lo correcto y, si me viera en la tesitura de tener que volver a elegir, tomaría la misma decisión. Además, tengo un plan trazado para nuestra huída de los sórdidos engranajes que hacen funcionar a la sociedad. Pero es un plan a años y siento que cada vez me alejo más y más de lo que creo que soy y de lo que pretendo ser. Cuando me mira Janet, se nota que ella sigue viendo al mismo soñador locamente cuerdo del que se enamoró un día, pero yo ya no veo eso en el espejo.

Ya no abro nunca el Word, es el Excel el que abro a diario. He cambiado las letras por los números, los castillos en el aire por euros en la cuenta bancaria y los sueños de grandeza y libertad por seguridad económica.

Por eso, cuando leí aquel capítulo y me gustó tanto, me sentí muy mal. Porque parece que lo haya escrito otra persona. A veces pienso que nunca recuperaré esa magia y que jamás seré capaz de escribir como una vez lo hice. Y otras, pienso que es inevitable; que ese fuego que me quema las entrañas tiene que acabar saliendo de alguna manera.

Javier Busquets pensativo

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